23 oct 2009

El secreto de la Felicidad


Había una vez una pequeña mariposa enredada en una tela metálica. La pobre estaba perdiendo la vida porque cuanto más se movía más se enredaba y más sufría. En esa lucha entre la vida y la muerte, se acercó una niña y la observó. Con sumo cuidado fue separando los espinosos alambres y la liberó de su cautividad tan injusta. Acto seguido la mariposa se convirtió en hada madrina, esa hada que siempre aparece de forma misteriosa en todos los cuentos… y le dijo a la niña: “Pídeme un deseo y te lo concederé, porque me has liberado de las garras de la muerte, porque estaba perdida en el abismo y me has traído de nuevo a la luz”.
La niña, totalmente estupefacta, no se lo pensó dos veces y con timidez le susurró en el oído el deseo que quería: “Hada madrina, mi deseo es…”
Entonces la niña le susurró al oído del hada-mariposa su deseo: “Por favor, enséñame el camino de la felicidad”.
En ese instante el hada madrina volvió a transformarse en mariposa y voló, voló tan alto que pronto la niña la perdió de vista.
Iban pasando los años y la niña se hizo mujer. Todos en el pueblo veían en ella algo especial, SIEMPRE la veían tan feliz que era de admirar. Se preguntaban que qué le haría ser de esa manera, pues penas y desgracias no le faltaban, como a todos.
Ya de viejecita y antes de que falleciera, todos los vecinos tenían el empeño de que la señora les confesara su secreto de la felicidad. Querían de algún modo la “receta” mágica que hace posible ser feliz ante las adversidades que en la vida se presentan. Y estando ya a punto de morir y ante la insistencia de tantas personas, la viejecita habló y les dijo: “Queridos amigos, yo he sido la persona más feliz del mundo. Nada ni nadie me ha apartado en esta vida del camino de la felicidad, a pesar de los muchos problemas que he tenido y del sufrimiento que me han causado. Todo es sencillo, demasiado sencillo y lo tenemos delante de nosotros aunque no lo veamos…”
Todos estaban atónitos escuchándola y ansiosos porque concluyera con el secreto. Entonces la viejecita continuó diciendo: “Lo que el hada me susurró es muy sencillo, pero para mí, ha sido, a lo largo de toda mi vida, el secreto de mi felicidad. Ella me dijo: Aunque las personas parezcan autosuficentes, no lo creas. Todos te necesitan… Yo he vivido siempre con la seguridad de que todos necesitaban de mí; me he dado a ellos como quería que ellos se dieran a mí, y eso me ha hecho feliz…”
Pd: Este cuento no es mio

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